Agresividad y Psicosis Infantil

IV JORNADAS SOBRE PSICOANALISIS Y PEDIATRIA (Hospital de Niños Víctor J. Vilela de Rosario – Noviembre de 2001)

En el intento constante de formalizar el trabajo que cotidianamente el equipo del Trampolín (Rosario, Santa Fe) realiza con estos niños, hemos trabajado intensamente la operación de la Identificación, en Freud y Lacan, y nos detuvimos exhaustivamente en la Identificación a lo real del Otro real sobre el modelo de la incorporación freudiana. Vale decir en el primer tiempo del proceso constituyente del Yo, habida cuenta que muchos de los casos que la institución aloja, pueden pensarse como testimonios del fracaso en ese punto del proceso de identificación, responsable del origen de la subjetividad.

En continuidad nos introdujimos en el estudio de la cuestión de La agresividad en PSA, lo que nos llevó a investigar los primeros textos de Lacan de los años ’30.

Lacan arriba a la formulación del Estadio del Espejo como convergencia de un doble camino de investigación. Por un lado, en su práctica médica psiquiátrica, el de las locuras de mujeres, treinta y tres casos entre los cuales extrae uno, el caso Aimée con el que escribió su tesis sobre la Paranoia, y su lectura sobre el famoso crimen de las hermanas Papin al que dedicó particular interés por tratarse de un caso de folie à deux. Por otro lado las observaciones de infans  entre 6 y 18 meses, niños que aún no utilizan el lenguaje aunque estén “bañados” por el mismo, apoyado en otras investigaciones de la etología (Köhler, Lorentz) y la psicología de la época (Wallon, Gesell, Charlotte Bülher).

Hemos aprendido en la experiencia analítica misma que la agresividad, verdadera aporía de la doctrina según Lacan, se demuestra eficiente a nivel simbólico cuando convergen la acción formadora del adulto sobre el niño, muchas veces violenta, con imágenes o imagos  propias de estas intenciones agresivas. Son las que podemos reunir bajo el nombre de imagos del cuerpo fragmentado (castración, eviración, mutilación, destripamiento, devoración, etc) que señalan la relación del hombre con su propio cuerpo.

Esta eficacia se puede observar en costumbres sociales como el tatuaje, circuncisión, en la moda, en el juego infantil (desarticulación de muñecos, por ej) en el arte (algunas obras de El Bosco, por ej.), en los sueños, etc.

Vale decir que hay en todos los hombres la función imaginaria de una guestalt propia de la agresión que tiene eficacia simbólica.

El diálogo, o el discurso que hace lazo con otro, parece permitir una renuncia a la agresividad. Sin embargo siempre fracasa. Y ese fracaso se debe justamente, a la interposición del Yo, “núcleo de lo vivido pasional en el sujeto” que opone su irreductible inercia. Ocurre que la agresividad es la tendencia correlativa de la Identificación Narcisista que estructura el Yo del hombre y el mundo que lo circunda.

La noción de narcisismo entró en la teoría psicoanalítica de la mano de la cuestión de la agresividad. El Estadio del Espejo sirve para eso, da cuenta de la constitución narcisista del Yo y de la tensión agresiva que interviene por ser el yo desde un principio otro, “dualidad interna al sujeto”.  “Si en toda relación con el otro, incluso erótica, hay un eco de esa relación de exclusión, él o yo, es porque en el plano imaginario el sujeto humano está constituido de tal modo que el otro está siempre a punto de retomar su lugar de dominio en relación a él, en él hay un yo que le es siempre en parte ajeno.” (Seminario Las Psicosis pág. 137/9)

Pero, los casos que llegan al Trampolín, dijimos que son muy graves, son casos en los que no se ha producido el movimiento tan mítico como axiomático de incorporación del lenguaje, propio del primer tiempo de la Identificación. Y si se ha producido, al parecer no se ha podido pasar al segundo momento, vale decir a la Identificación a lo simbólico del otro real, identificación al rasgo unario como lo formula Lacan.

El primero es un acto que inaugura un largo y complejo proceso, acto de nominación que es previo a toda relación de objeto, es identificación con el padre que da nombre a las cosas (Seminario de Lacan: RSI clase 11/3/75), si bien necesaria demuestra no ser suficiente para establecer los ejes fundamentales sobre los que se asume la imagen narcisista en el Estadio del Espejo.

La relación del niño al lenguaje  es un eje esencial  de análisis en El Trampolín, ya que es la mejor brújula para ir situando el estatuto que el semejante tiene y va adquiriendo para cada caso en el progreso del trabajo. Los niños del Trampolín mantienen una relación precaria y muy singular al lenguaje. De hecho, algunos no hablan; y otros, que sí lo hacen, usan de él en su estricta función comunicacional o despojado de su dimensión metafórica:  hablan estableciendo con el otro un lazo aparente (a – a’), a través de un uso instrumental del lenguaje, nada desdeñable, pero no suficiente.

Hay otra cuestión harto frecuente en el universo con el que se trabaja en El Trampolín que es oportuno mencionar. Hemos constatado en muchos casos, que estamos ante niños que tienen establecida con alguno de sus padres (algunas veces la madre, otras el padre) una pareja, en la que aunque hay dos personas, sólo nos la vemos con un sujeto. Aunque no por ello hemos podido verificar que se trate estrictamente  de casos de folies à deux.

Conviene, entonces, situar nítidamente nuestra investigación: no es sobre locuras ya estructuradas (paranoias, delirios, alucinaciones), ni sobre infans en proceso de constitución subjetiva.

La pregunta por el estatuto de la agresividad en estos niños, es la pregunta por el estatuto de estos actos o impulsos violentos en quienes no transitan o no han transitado aún la constitución narcisista del Yo.

Si convenimos que la tensión agresiva que puede llegar al límite de la agresión misma, es inherente al proceso de estructuración narcisista del Yo, y a la vez sostenemos que estos niños hallan dificultades tan extremas que no acceden, y si lo hacen a este nivel, no pueden atravesar el primer estadio, ¿cómo podemos denominar los actos violentos de los que son actores y que causan daño, dolor y muchas veces angustia en los semejantes que lo rodean?

¿Cómo pretender una estructuración narcisista del Yo en estos niños que carecen del vacío, que el acto de nominación paterna engendra, a la manera de un nido para el alojamiento del futuro sujeto?

Esta violencia de cuenta, entonces, ya no de la tensión agresiva propia de la identificación narcisista constitutiva del Yo, sino del estatuto desgarrador para la mirada de los que los asisten: son niños que ni siquiera están locos. Son seres que conviven con nosotros en el estado de una tremenda inermidad y desolación (más tremenda cuando más edad tienen) y que dan testimonio de cómo se puede estar en el mundo sin haber nacido.

Hemos pensado que puede ser útil no usar el mismo  término, agresividad, para esta serie de actos violentos de la que son actores los niños a los que nos referimos.

De esta manera reservaríamos el estatuto que la doctrina psicoanalítica ha establecido para la agresividad: la tensión inherente a la estructuración yoica. Agresividad que también consideramos inherente al movimiento de extracción del infans del goce absoluto y silencioso. Desde esta perspectiva, la agresividad es más vitalizante que mortificadora.

Y proponemos denominar con el término violencia a esta fuerza intensa e impetuosa, como versa en los diccionarios, a la que adjudicamos desde nuestro universo significante el valor de una respuesta precaria e ineficaz al sentimiento del más profundo desasimiento  simbólico que padecen estos niños.

No cejamos en el intento de formalizar las causas de la misma para intervenir oportunamente, y para hallar su dialéctica en la existencia de cada niño.

A modo de conclusión pensamos que estamos ante:

Una violencia inherente a la gestación de un yo de suplencia, que hasta que se pruebe lo contrario, en virtud de la eficacia de la experiencia que “ese niño” hace en la institución, le posibilita paralelamente la construcción de una realidad. En tal caso, deberemos poder demostrar en qué se diferencian la tensión agresiva “normal” de la constitución narcisista (de la que resulta el Yo), de la violencia de la invención de una suplencia a este error en la estructura (a la manera de un Yo que no se involucra con la imagen narcisista -i’(a) sin i’-, es decir, sólo a, el yo como objeto sin “galas narcisistas”). Lacan lo llama ego de suplencia, en la lógica nodal de sus últimos seminarios. También se explicaría la falta de inhibición, de detención, siempre asociada a lo imaginario del cuerpo.

Intentos fallidos de una estructuración imposible por no existir el antecedente lógico de la nominación (incorporación del padre que nombra), siendo la violencia lo que refleja la ineficacia e impotencia de la significación.

Verdaderos casos de locuras de dos, que implican periódicas puestas en acto por el niño de una pasión que no le pertenece.

Tal vez podamos aspirar, como objetivo pretencioso del dispositivo que es el Trampolín, a convertir esta violencia en agresividad. Que esta fuerza impetuosa e intensa comience a investirse de galas narcisistas. Que algo del orden del semejante se constituya para que estos niños, dentro de su pobreza de recursos, puedan convivir más pacíficamente con los seres que lo rodean, aunque constituya una paradoja.

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Bibliografía:

– Freud, Sigmund: Psicología de las Masas… Cap VII “La identificación”

– Lacan. Jacques: Seminario IX La Identificación –  Reuniones 15 a 18

– Lacan, Jacques: La Familia

– Lacan, Jacques: Motivos del crimen paranoico: el crimen de las hermanas Papin.

– Lacan, Jacques: La agresividad en Psicoanálisis, Escritos II

– Lacan Jacques: Seminario I Los escritos técnicos de Freud, cap Las fluctuaciones de la libido

– Lacan, Jacques: Seminario III Las Psicosis, Cap VII La disolución imaginaria y Cap XXIV “Tú eres”

– Lacan, Jacques: Seminario XXII R.S.I.

– Lacan, Jacques: Seminario XXIII El sinthoma

– Lacan, Jacques: Seminario XII: Problemas Cruciales –clase 10 del 3 de marzo de 1965

– Lacan, Jacques:  Seminario XXIV L’insu que sait… Clase del 16/11/76 “Las identificaciones”

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