Mora, una enfermera experimentada que trabajó durante muchos años en Médicos Sin Fronteras, recibe una inesperada y misteriosa encomienda que contiene un libro de fotos y una carta. El remitente: un primo que acaba de morir. Ese es el sugerente punto de partida. A partir de ahí, con una estructura compleja y coral, como un inmenso tapiz en el que las imágenes se van entrelazando, se despliega la trama oculta, y por momentos siniestra, de una gran familia argentina.
Contra toda moda minimalista, Vaticinio es una novela ambiciosa, potente, de fuerza centrífuga y expansiva. Da la sensación de que no dejará nunca de crecer, de reproducirse, de bifurcarse en más y más anécdotas; en más historias. La prosa dúctil y audaz de Elisa Bellmann le permite dar voz a personajes muy diferentes y multiplicar los puntos de vista, los estilos y los discursos. Esa superposición y acumulación de narradores construye con eficacia un universo sólido y vasto en el que no sólo proliferan las voces, sino también los escenarios. Así, con aires ecuménicos pero sin pretensiones, los personajes transitan por Buenos Aires, Tailandia, París, Jerusalén, África y hasta por un pueblo perdido de la pampa argentina. Y en esos lugares, en cada momento, las historia de Mora y su familia se intersecta con la historia del país y del mundo. La Historia con mayúsculas, esa que está repleta de crisis, guerras, hambre y dictaduras.
Con todos los ingredientes y condimentos de los grandes relatos clásicos: amores imposibles, traiciones, infidelidades, muertes dudosas, viajes, estafas, herencias, coincidencias y hasta contrabando de diamantes; pero con una construcción contemporánea, Vaticinio parece venir a confirmar, una vez más, aquella famosa frase de Tolstoi sobre las familias felices y las infelices. Las felices, dice el comienzo de Ana Karenina, se parecen. Las infelices, en cambio, lo son cada una a su manera. Y la numerosa familia de Mora, esa que supo cuidar durante años, con fervor, casi devoción, su enorme patrimonio de silencios y secretos, es dueña de una forma muy propia, muy particular, única, podría decirse, de ser infeliz.
Pablo Colacrai
Si viajar es perderse -como plantea Primo, uno de los personajes centrales de esta novela- escribir es encontrarse. Elisa Bellmann se encuentra en estas páginas con su mejor versión como narradora. Su escritura es eficaz sin perder nunca los rasgos poéticos. Esta vez elige contar, de una manera impiadosa y bella, la historia de una familia rota. Los secretos que se anidan y supuran durante varias generaciones. El amor y la violencia que se ocultan detrás de los ritos fraternales donde todo tiene algún significado. Tanto lo que se dice como lo que se omite. “La isla”, un pequeño pueblo de provincia, es el punto de referencia para encuentros y partidas. Como en los libros memorables, se revela en un mundo las tensiones del Mundo. La ambición, el deseo, la soledad, el deterioro. Vaticinio es una novela original y perturbadora, construida de una manera coral y sin fisuras. Donde se destacan las voces femeninas de Mora y la pequeña Eva. Difícil permanecer indiferente ante un relato tan cercano e inquietante.
Reynaldo Sietecase