Perséfone

Hier soir, de paso por la residencia de verano, le palais sur les rives du Paraná, ya en sus aposentos con los ojos cansados de leer a la luz de un candil, Su Majestad repasó el día.

La journeé dans le palais il y avait eu trés agiteé: los cisnes de cuello negro amenazaron abandonar sus recientes crías a causa del fracaso del implante de algas planctónicas de la marisma artificial en el lago del jardin de l’Est.

Ubaldino, el etólogo du palais d’été que defendía el trabajo bien hecho, opinó sabiamente que la razón era otra: la ruptura de la red biológica producida por las culebras, quienes este verano se encarnizaron con los sapos. Eliminaron así de la cadena trófica a estos eslabones imprescindibles del ecosistema en su condición de consumidores de las citadas algas, cosa que generó una reproducción excesiva de los organismos vegetales. El agua se terminó pudriendo e indigestó a los cisnes adultos que, en afán de sobrevivencia, buscaron migrar hacia el sur de Brasil.

Más atolondrada que desesperada sugirió al jardinero, oficio real de Ubaldino, consultar al vecino demógrafo graduado en París acerca de esta verdadera rebelión en la granja. Le jardinier desestimó de cuajo la propuesta, tal vez por celos profesionales.

Celebrar la Candelaria la noche del primero de febrero, sin el lago poblado de Melancoryphus, era imposible. Para la Reina esa Fiesta de las Luces y las Antorchas es importante, juega con ella, actúa en ella.

Es su propia fiesta pagana, abusa de la mitología griega, y de la celta.

Se transforma en Perséfone, se viste con una túnica de crêpe georgette color humo que guarda celosamente en el baúl de incienso, se deja raptar. Es llevada à l’enfer y  es convertida en Diosa del Inframundo por quien representa el papel de Hades, a quien cada año ella misma elige con esmero. Esta vez eligió bien entre los candidatos, por lo que prevé reinar en el Tártaro más de lo acostumbrado.

También espía y goza, durante el tiempo que ella, solo ella, decide hacer durar la búsqueda, al grupo de mujeres con velones encendidos liderado por la vieja tía que interpreta magistralmente el rol de Deméter, la madre desesperada.

Los cisnes no pueden faltar, son más que un detalle cuando en torno al lago las jóvenes exaltadas ríen, corren y se enamoran llevando cada una su luminaria.

Nunca un escenario es superfluo.

¡Cuánto cree en la orquesta de fantasmas que dirige y cuánto gusta de jugar con fuego!

El obstáculo inesperado no le permitió concentrarse todo lo que deseaba en los preparativos, sus preparativos. Baños de leche de burra, primero, y óleos almendrados, luego; manicura, afeites, pulidos hacia el final. Cuánto disfruta la espera, cuánto anticipa los momentos: este año Hades deberá llamarla Brigit, como llaman los escandinavos a Perséfone.

Estaba cansada, pero insomne.

Brusca, una ráfaga abrió las pesadas hojas de la ventana de par en par; las cortinas de voile se enredaron con las de velours bleu, y temblaron. La lámpara de aceites de oliva y nueces se apagó. Un oportunista rayo de luna creciente iluminó, como un faro estático, y tiñó de plateado le drap de soie blanc.

Se sobresaltó, pero la congoja cedió paso de inmediato al placer del aire fresco que puso fin al bochorno de la noche hirviente, sobrevino un ensueño dulzón y ligero, asimismo tan intenso que ella juraría que fue real. Una vivencia.

Comenzó el descanso y se durmió.
¿Descansa Su Majestad cuando duerme?

Le rêve: Junto a la ráfaga fría ingresa moreno, transpirado, maloliente, completment nu, un verdadero ángel caído. Sin autorización alguna se desliza entre las plateadas sábanas.

Hades, cuyos firmes movimientos disimulan su agitación, inicia la tarea: la abraza y detiene el tiempo. Recorre el plexo solar, traza una línea que une los encajes chantilly del soutien con el borde de la petite culotte sans toucher sa peau, peina sus finos e invisibles vellos. El magnetismo es brutal y la respuesta de la Diosa, animal.

Se trenzan con furia en una lucha sin cuartel: él, dominante y decidido; ella, alternando ataques con súplicas se lleva con avidez las semillas de granada a la boca, entrega el imperio terrenal y paga el precio inevitable para reinar en el averno: desiste.

Él la obliga a tragar tantos granos como quiere, tres. Solo tres, porque no ignora que los globulitos rouge foncé esclavizan y encadenan. Conoce la proporción del amor y dosifica la pasión para garantizar sa propre liberté.

Cumplidos los procedimientos infernales, no por ello menos protocolares, acaba con tolerancia y gentilezas, y arremete bestial.

Ella, como en un tango, se deja llevar hasta el fin de la danza. Y no se equivoca.

Como ocurre siempre en teatros oníricos los finales no son felices. Ya sin luz de luna, sans soie blanche et sans lingerie, el sueño tropieza en su guión con la pluma caprichosa de otros dioses que inoculan su ponzoña y la obligan a indagar por esa jeune nymphe blonde que distrae la mirada del amante.

Hades, quien jamás olvida cuál es su morada ni reniega la condición de ‘invisible’ que debe a Homero, responde sarcástico y expulsa con un solo gesto a la que fuera, pocos instantes atrás, la fuente de su goce.

Ella reina, pero él domina.
Sumergida en la blanca niebla de quien cree ver, decepcionada y triste, la Soberana asciende desde el séptimo círculo, de golpe.
Cruza la frontera entre realidad y ficción, la misma que separa la vigilia de los sueños, y se aleja del sueño traidor: abre sus ojos y despierta.

Paraná, 1º de febrero de 2012.-

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